10 errores de redacción que te delatan como escritor novato
¿Escribes y quieres mejorar tus textos? Para mejorar es imprescindible querer hacerlo, de lo contrario se corre el riesgo de creer que lo haces bien y no trabajar para mejorar tu técnica. Y es que escribir es una técnica, siempre lo digo, o un conjunto de ellas. Aunque dominarlas no te convertirá en un buen escritor, nunca lo serás si cometes estos 10 errores de redacción que te delatan como escritor novato.
1. Cómo escribes las frases
Sí, el escritor narra historias (novelas, relatos, guiones) pero las cuenta con palabras que agrupa en frases. Puede parecer que el primer error que comete el escritor novato es la elección de sus palabras, pero vamos a dejarlo para más adelante puesto que este error no es exclusivo del escritor novel y creo que antes de elegir las palabras ya deberías tener clara la estructura de la frase que vas a escribir.
Tener la estructura clara antes de escribir no es tan complicado como pueda parecer, no se trata de pensar en abstracto sino de tener claro qué es lo que quieres decir y de saberlo distribuir en frases. Cada frase es una idea. Cuando terminas una idea y empiezas con otra debes empezar otra frase.
Yo dividiría el problema de los errores de redacción de las frases en tres grandes bloques:
El problema de las frases demasiado largas
¿Frases interminables, de más de dos lineas? Olvídate de ellas. Te diría que te olvides de las más largas de una linea, pero a veces hacen falta.
El problema de estas frases es que contienen varias ideas mezcladas o demasiada información acerca de una sola idea.
Son frases que, además, suelen estar mal puntuadas y que son complicadas de entender. Lo peor es que, muchas veces, aún y usar frases tan largas, no dicen nada.
Cuando el escritor ya tiene un poco de dominio (leyendo lo puedes adquirir) suele notarse en el buen uso de las frases subordinadas.
Las frases subordinadas
Cualquiera de ellas. Demasiadas, aunque estén bien usadas, ya es cansino y peligroso. Hay que saber alternar entre frases simples, largas o cortas, y frases complejas llenas de subordinadas o lo que sea.
Pero el problema es que muchas veces el escritor no se da cuenta de que está añadiendo información sobre una idea principal y va añadiendo frases subordinadas, que complican la lectura y que alejan al lector de la idea principal.
Un ejemplo de cómo liarla con una frase larga
Lo peor es que muchas veces este tipo de frases no están concluidas, se lían con las subordinadas, las relativas (todo lo que van añadiendo a la idea principal) y al final no dicen lo que quieren decir. En serio, me encuentro muy a menudo que la idea con la que abren la frase no se cierra.
Por ejemplo:
Mi madre, que ayer cumplió 80 años y se puso como loca con su fiesta sorpresa y lloró de emoción al ver que habían venido sus nietos desde Argentina.
¿Lo has notado? Explica mucho de su madre pero en realidad no dice lo que quería decir en la frase, o está mal construida.
Posibles soluciones:
Añadir una coma para no separar el sujeto del verbo y conseguir una frase completa:
Mi madre, que ayer cumplió 80 años, se puso como loca con su fiesta sorpresa y lloró de emoción al ver que habían venido sus nietos desde Argentina.
¿Ves la diferencia? Ahora la frase es “mi madre se puso como una loca…” lo otro es información que damos extra. En la frase anterior la información extra es todo lo que viene detrás de “mi madre” porque hay una coma separándolo y después no hay verbo, con lo que o no cuenta lo que quería contar, se le ha olvidado lo que quería decir o bien ha separado el sujeto del verbo.
Separar el sujeto del verbo es uno de los peligros de las frases demasiado largas o subordinadas. Este es un error típico de alguien que no maneja del todo la redacción.
Algunas soluciones para este error de redacción
Quitar la primera coma y convertirlo en una sola frase, sin relativos.
Mi madre ayer cumplió 80 años; se puso como loca con su fiesta sorpresa y lloró de emoción al ver que habían venido sus nietos desde Argentina.
Aquí la información importante es que cumplió 80 años, el resto son detalles sobre este evento.
Terminar la frase si es lo que querías:
Mi madre, que ayer cumplió 80 años y se puso como loca con su fiesta sorpresa y lloró de emoción al ver que habían venido sus nietos desde Argentina, ha decidido dar la vuelta al mundo.
¿Lo ves? Todo lo que está entre “mi madre” y “ha decidido dar la vuelta al mundo” es información extra para contextualizar lo que quieres explicar.
El problema de redactar mal es que cuando un buen lector se encuentra una frase como esta en un texto no sabrá cómo interpretarla o le pondrá la solución que le convenga (probablemente hay muchas otras formas de arreglar esta frase). Pero, ¿entenderá lo que quería decir el autor?
Por otra parte, ¿No crees que esto quedaría mucho mejor si añadiéramos varios puntos a esta frase?
Mi madre ayer cumplió 80 años. Se puso como una loca con su fiesta sorpresa y lloró de emoción al ver que habían venido sus nietos desde Argentina. Ha decidido dar la vuelta al mundo.
Frases demasiado cortas
O demasiadas frases cortas.
Y es que cuando el escritor es consciente de que escribe frases demasiado largas o alguien (como yo suelo hacer) le recomienda escribir frases cortas, los hay que se pasan y eliminan todo tipo de información y escribe textos llenos de frases de cuatro palabras. Ni tanto, ni tan poco.
Con frases largas y cortas podrás jugar con el ritmo, pero eso es algo que vendrá cuando sepas escribir frases que se entiendan y bien coordinadas.
2. Los clichés
Hay textos que no están mal escritos de una forma evidente, pero que no te dicen nada. Y no porque la historia no sea interesante, sino porque no te hacen sentir nada nuevo.
Una razón importante para que esto pase es que el escritor se haya perdido en los lugares comunes. Está usando clichés “desde que se levanta hasta que se acuesta”. Sus textos están llenos “de arriba a abajo” de frases que se han usado “mil veces” y que no son incorrectas pero que no sorprenden, que “no son frescas”, que no son de “su propia cosecha”.
No es que escribir clichés sea un error de redacción por sí mismo, la redacción puede ser muy correcta, pero dará lugar a un texto de baja calidad.
3. Problemas con el vocabulario
No solo por las palabras que elegimos, o que no elegimos, sino por las veces que las usamos.
Repetición de palabras
Un error habitual, de los primeros que se soluciona, es repetir varias veces la misma palabra en una página. A veces incluso en el mismo párrafo. El escritor novato no se da cuenta de lo mal que suena cuando se lee.
Los adverbios acabados en –mente
Molesta, suena mal cuando hay demasiados y además parece que son una excusa para no escribir.
Si alguien hace algo “eficazmente” parece que te estás ahorrando explicar qué hace exactamente y cómo lo hace para que la conclusión (en la mente del lector) sea eficazmente. Cuidado, no me lo cambies por “de modo eficaz”. Cámbiamelo por información útil, sin pasarte de detalles. Usa las palabras justas para que el lector vea la acción del personaje y llegue a la conclusión de que es eficaz. (Lo veremos un poco más adelante en mostrar y no contar).
Habitualmente (;D), también usamos este tipo de adverbios como muletillas en nuestras frases. Se pueden substituir perfectamente (:D) por otras palabras, o incluso eliminarlos alegremente (:D).
Extrema riqueza léxica
Hay quien cree que cuanto más complicado escribe, mejor escritor es. La impresión que produce suele ser justo la contraria. Y lo hacen con frases largas y muy complejas, tiempos verbales que suenan a arcaico y palabras que suenan a cultismos.
Este, sin embargo, es un punto que no se suele mejorar con la práctica. Los pedantes no suelen mejorar con el tiempo, al contrario.
Pero es cierto, que muchos escritores no pedantes, se enfrentan a la escritura con las metas muy altas. Puede que sus referentes sean autores antiguos, o algunos grandes autores pedantes, que también los hay. El hecho es que en lugar de buscar la simplicidad luchan por encontrar la palabra más precisa, por compleja que resulte. Los textos suenan falseados, porque nadie habla así en realidad. Y si habla así, no querrás leerle. Por lo menos yo.
Esto no quiere decir que no puedas usar palabras raras, específicas, complicadas, lo que sea. O incluso que uno de tus personajes hable así. Pero tienes que saber elegir bien dónde colocarlas y la simplicidad debe ser tu objetivo, y más si eres un escritor que empieza. Primero dominemos lo sencillo (como escribir bien las frases) y cuando esto esté controlado ya meteremos palabros raros si nos hacen falta (que casi seguro que no).
Y con esto no estoy abogando por la pobreza léxica. Solo por la simplicidad. Si la frase es larga, palabras sencillas. Si tienes que meter un palabro, no lo metas en una frase de arquitectura imposible. Sentido común, vamos.
Pobreza léxica
Este no es un problema de autores noveles, sino de autores que han leído poco. No todo el mundo tiene el mismo nivel educativo ni ha tenido las mismas oportunidades mientras crecía. Pero querer ser escritor implica haber leído mucho. La pobreza de vocabulario se soluciona leyendo mucho antes de ponerte a escribir.
¡Cuidado! Que en el punto anterior te recomendara no usar palabras “cultas” no quiere decir que tus textos tengan que ser pobres en cuanto al léxico, solo que si puedes decir padre, no digas progenitor, haz que lo diga un científico, por ejemplo, no el narrador o un personaje cualquiera.
4. Problemas con los verbos
Cambios de tiempo verbal
Lo veo a menudo en los relatos que corrijo para el taller de redacción: cambio de tiempo verbal sin que esté justificado.
Esto es fácil: si la historia la narras en pasado, escríbela toda en pasado. A no ser que llegues al presente y entonces te pongas a narrar en presente. Pero si hablas del año pasado y lo haces en pasado, sigue haciéndolo así durante todo el relato.
Mala concordancia entre sujeto y verbo
Otro clásico entre los errores de redacción es no saber coordinar el sujeto con el verbo. Usamos verbos en plural para sujetos singulares y al revés. El resultado son frases que cuestan de entender o que duelen a ojos del buen lector.
5. Problemas con el narrador
Un problema frecuente es despistarte con el narrador. Saltar de la primera a la tercera persona sin darte cuenta, o al revés, claro.
Además, algo difícil de entender para los escritores noveles, y que también denota falta de práctica es el uso del punto de vista. A menudo me encuentro con un solo narrador pero varios puntos de vista, que cambian de uno a otro en medio de la escena.
Es normal, la mayoría de escritores noveles, que apenas domina los distintos tipos de narrador, no tiene ni idea de lo que es el punto de vista.
Prometo escribir sobre esto, pero para empezar a evitar errores céntrate siempre en un narrador. Elige a un personaje por escena e imagina que el narrador está enganchado a él, solo podrá contarnos lo que ve y/o siente ese personaje.
Otro problema habitual con el narrador es confundirlo con el escritor, y no tienen que compartir puntos de vista ni el modo de hablar. El narrador, aunque transmite el estilo del autor, debe tener voz propia.
6. No diferencian entre mostrar y contar
He hablado un poco de esto en el apartado de los adverbios; con los adjetivos podemos hacer lo mismo y jugar a substituirlos por las acciones que representan.
Un mal de muchos escritores noveles es contarlo todo, sin dejar nada de imaginación al lector. Al lector le gusta llegar a sus propias conclusiones sin que le digan lo que tiene que pensar, si un personaje llora, por ejemplo, ya sabe que se siente triste. Si llora apretando los puños quizás esté furioso y llore de rabia. Se trata de saber transmitir con las acciones lo que son o sienten los personajes.
Querer mostrar y hacerlo mal
Cuidado porque a veces nos encontramos con el efecto contrario: un escritor obsesionado por poner en imágenes todo lo que ocurre en la narración y nos podemos encontrar con un personaje que en lugar de vestirse:
Mete un pie por el pantalón, tira hacia arriba un poco y mete el otro pie. Con los dos pies dentro, agarra la cinturilla del pantalón y se lo sube justo hasta la cadera. Toma la camiseta que tiene sobre la cama, es la azul, su favorita. Mete la cabeza y la saca por el agujero a la vez que estira los dos brazos y los consigue pasar por las mangas.
Hacer algo así tendría sentido si describes como se viste un ciego, o un parapléjico, o quizás un borracho para añadirle humor, o patetismo, a la escena.
El caso es que debes entrar en detalles cuando son necesarios y aportas algo a la historia.
Cómo se viste un ciego es importante puesto que caracteriza al personaje y ayuda al lector a entender cómo es su día a día, cuánto tiempo puede tardar en hacer sus acciones comparado con una persona que ve.
Lo harás una vez y después ya no hará falta. O lo harás distribuido en dos veces: una vez contarás cómo selecciona la ropa y sabe qué se pone y en otra ocasión contarás cómo se viste.
Mostrarás lo que hace el personaje cuando lo que hace es importante. Todos sabemos cómo se come, se mastica, se va al baño, se viste, se llora, se…. Si no caracterizan a tu personaje o son clave para el argumento ahórrate mostrarnos eso.
7. Hacer malas descripciones
Un error habitual al empezar a escribir es no saber dónde parar. Acabamos de ver un modo de seleccionar y no contarlo todo; pero aún y así muchos escritores nos sirven descripciones eternas que se nos aburren. ¿Y qué hacemos los lectores cuando nos aburrimos? Buscamos algo mejor que leer.
Imagina una novela de descripciones eterna, llena de frases mal redactadas y adornadas con palabrejas que hacen sentir al autor muy culto. Yo no paso de la primera página.
La velocidad con que se mira
Ya hemos visto la importancia de mostrar y no contar, las malas descripciones pueden venir por querer mostrarlo (o contarlo) todo.
Y no siempre hace falta, el ritmo al que describes un paisaje tiene que ser proporcional al rato que te estás mirándolo. Si echas un vistazo rápido solo tendrás dos o tres detalles que destacar, mientras que si lo miras a fondo tendrás mucho más que describir.
Además, no solo importa el número de cosas a las que prestas atención y que vas a describir, sino la forma en la que las describes. Puedes hablar de:
Un campo lleno de trigo dorado que ondea al viento
O puedes hablar de:
Un campo cuya extensión no se abarca con la mirada, un campo que parece infinito y dorado, que se mueve con el viento que hace bailar cada una de las espigas de trigo, a punto de ser recolectado, al mismo son.
Es solo para que veas que puedes explicar (casi) lo mismo en tres lineas o 10 palabras.
El ritmo en las descripciones
Cuando decides entrar a narrar en detalle algo es porque te interesa tener un ritmo más lento y dar un descanso al lector o hacer que sienta esa lentitud del tiempo que no pasa o que se agobie con una descripción muy detallada de un lugar en el que no querrías encerrarte.
Lo que cuentas en las descripciones, ya sean de acciones, personaje o ambientes, debe estar bien medido para que el ritmo que consigues con esa descripción sea el que necesita la escena.
8. Los malos diálogos:
En general, cuando lees una novela de aquellas que salta a la vista que es la primera del autor, los diálogos no suelen quedar a salvo.
Los errores son muchos, desde puntuarlos mal, hacer mal las acotaciones, que todos los personajes hablen igual…
Uno de los errores más habituales es cuando el autor busca transmitir realismo en sus diálogos.
Siempre tienes que trabajar desde la verosimilitud no desde el realismo. Esto no solo se aprecia en los diálogos, pero hoy quería centrarme únicamente en la forma de “redactar”, del realismo en los argumentos hablaré otro día.
Verosimilitud vs realismo
El realismo en los diálogos no solo los estropea sino que los hace ilegibles. Por favor, no escuches un diálogo e intentes transcribirlo literalmente, con todas sus pausas, sus eeehhh, mmmmm, interrupciones, cambios de tema y demás.
Los diálogos tienen que ser verosímiles, porque debe parecer que son reales, que podrían darse tal cual, pero en realidad deben estar editados: bien medidos y pensados.
9. No saber jugar con la información
En el punto 7 ya he hablado un poco de la información que le das al lector. Pero, más allá de las descripciones, hay información que es básica que el lector tenga en algún momento de la lectura. Lo que no significa que la tenga desde buen principio, ni tampoco que la reciba toda a la vez.
La tensión y la intriga se consiguen jugando con la información, entregándosela al lector de forma inteligente y en pequeñas dosis.
A menudo los escritores noveles quieren jugar con el factor sorpresa y lo consiguen porque resuelven tramas con información que no estaba previamente en la novela. Imagina que lees una novela de misterio en la que el asesino resulta ser un personaje del que no se ha hablado en todo el libro. Pues claro que sorprendes al lector ¡pero haciéndole trampa!
Este ejemplo es muy extremo, pero es habitual que a mitad de la novela descubramos que el personaje tiene una característica que no conocíamos y que el autor necesita para que pueda avanzar en la trama. Debería haber incorporado la información al principio para que, cuando la necesite el personaje, al lector ya no se le haga raro que tenga esa habilidad.
Entregar la información y distribuirla de forma hábil es algo que se puede hacer sin mucha complicación si planificas bien antes de escribir. De lo contrario te tocará reescribir para poder incorporar la información que se te ocurre (o descubres) más avanzada la escritura.
10. No tener en cuenta la ley de causa efecto
Después de una acción hay una reacción. Cuando a un personaje le ocurre algo, siempre es debido a algo concreto no “por casualidad” o “por suerte”. Las acciones de los personajes tienen consecuencias.
Parece súper evidente, ¿verdad? Pues la de libros que he leído en los que los personajes van haciendo cosas, no siempre relacionadas entre sí y padeciendo las casualidades de la vida.
Si escribes relatos, o si escribes la sinopsis de tu novela, asegúrate que después de cada párrafo (o cada escena) el lector se pregunte “¿y ahora qué?” y de resolverlo después.
La causa efecto puede dilatarse en el tiempo para algunas acciones pero la mayoría tienen resoluciones más bien inmediatas.
Guiones en los diálogos de una novela: claves de estilo
Diálogos de una novela, una clave de su éxito
¿Los guiones en los diálogos se te resisten? Aquí tienes algunos consejos para su correcto uso
Una de las dudas o errores más frecuentes que se dan a la hora de escribir una novela o publicar un libro, vienen del uso incorrecto de los guiones de diálogos. Existen tres tipos principales de guiones: el corto (también llamado de separación o división), el medio y el largo. Habitualmente se usa el primero para dividir palabras, el segundo para separar una frase aclaratoria o un inciso (de modo equivalente a hacerlo entre paréntesis, por ejemplo, como esta frase), y el tercero para encuadrar frases de diálogos de personajes. Estos últimos suelen ser los más problemáticos a la hora de utilizarlos correctamente, de modo que vamos a ofrecer una serie de sencillas reglas para su correcta utilización.
Los guiones largos siempre se escriben inmediatamente antes de una frase, sin espacio entre el guión y la primera palabra. Son la “marca” que indica que la frase es lo que dice el personaje textualmente. Si se escribe solamente dicha frase, no es necesario cerrarla con otro guión, basta con el punto final:
—Hola, Luis.
En la mayoría de los casos, es preferible acompañar la frase de un verbo que explique la acción de la frase, ya que aumenta la sensación descriptiva del texto y ayuda al lector a “”visualizar”” el diálogo del personaje.
En caso de ser una sola frase, dicho verbo se escribe a continuación de la frase sin ninguna separación, no se escribe ningún signo delante de la segunda raya:
—Hola, Luis —dijo Juan.
Si el personaje dice varias frases y se desea describir la acción, la mejor forma de hacerlo es separando las frases con dicha acción. En ese caso, sí se cierra la segunda raya, y la coma de separación se escribe como si la descripción no existiese, es decir, como se escribiría entre las dos frases si estas se escribiesen seguidas:
—Hola, Luis —dijo Juan—, me alegro de verte.
Se utiliza esta construcción cuando se usan los verbos “decir”, “comentar”, “gritar”, “preguntar” o con cualquier verbo que indique o implique la acción de hablar. Esta frase descriptiva complementaria al diálogo puede extenderse todo lo necesario para expresar las acciones del personaje mientras habla, cómo se mueve, lo que piensa…, o incluso la reacción de otros a sus palabras, aunque no conviene extenderla demasiado para no dificultar la lectura de la frase completa. En esos casos, es mejor separar las diferentes frases con un punto y seguido. Básicamente, la regla es escribir las diferentes frases separadas por la misma puntuación que se utilizaría si no existiese la descripción de la acción, que aparece entre los guiones. Dos ejemplos:
—Hola, Luis —dijo Juan levantando una ceja—, me alegro de verte.
—Hola, Luis —dijo Juan con una sonrisa, girándose para encarar al recién llegado mientras disimuladamente escondía la nota en el bolsillo trasero de su pantalón—. Me alegro de verte.
Sin embargo, si a continuación de la frase de diálogo el verbo hace referencia a una acción distinta o posterior, la frase se finaliza con punto y la acción se comienza con mayúscula tras el guión, como corresponde a una frase nueva e independiente. En estos casos, lo ideal resulta dejar la frase suelta en una línea y continuar la narración en un nuevo párrafo, salvo casos muy concretos en los que se suceden acciones y frases rápidas y puede resultar estéticamente poco atractivo encadenar una serie de párrafos de una sola línea y pocas palabras cada uno.
—No me sermonees, no lo soporto —respondió girándose y dándole la espalda.
—No me sermonees, no lo soporto. —Se giró y le dio la espalda.
—No me sermonees, no lo soporto.
Se giró y le dio la espalda.
Cuando se transcribe un diálogo entre dos personajes (o más), se sobreentiende que cada nueva frase corresponde a uno distinto. Por tanto, todas las frases que diga cada personaje deben ir seguidas. Nunca se debe separar cada frase de un mismo personaje en una línea independiente con su propio guión, pues lleva a confusión y hace imposible al lector seguir correctamente la conversación:
Incorrecto:
—Hola, Luis —dijo Juan.
—Me alegro de verte.
—Y yo a ti.
—Hacía mucho tiempo que no nos veíamos.
Correcto:
—Hola, Luis —dijo Juan—, me alegro de verte (habla Juan)
—Y yo a ti. Hacía mucho tiempo que no nos veíamos (habla Luis)
En el caso de que un personaje pronuncie un discurso excesivamente largo y el autor quiera separarlo en diferentes párrafos, se recurrirá al símbolo de cierre de comillas tipográficas ( » ) para indicar que el nuevo párrafo es pronunciado por el mismo personaje que el anterior, dado que un nuevo guión largo indicaría que cambia el personaje que habla.
En caso de intercambios largos de frases entre personajes, resulta conveniente acompañar de vez en cuando las frases de los diferentes personajes con verbos descriptivos, ya que ayuda a ubicar al lector y a recordarle quién está diciendo qué:
—Hola, Luis —dijo Juan.
—Hoja, viejo amigo —respondió el recién llegado.
—Veo que la vida te ha tratado bien, estás igual de joven que siempre.
—Me halagas.
—Me disponía a comer, ¿quieres acompañarme? —preguntó Juan alzando las cejas—. La cocinera siempre prepara comida de sobra para un regimiento.
—No, gracias —declinó Luis—. Me esperan en el centro para una reunión.
—Como prefieras. Quizá mañana…
—Sí, mejor mañana —confirmó Luis con una sonrisa. Acto seguido, se despidió alzando la mano y salió del despacho de Juan cerrando la puerta tras de sí.
En caso de que la frase sea una interrogación o una exclamación, los signos se deben cerrar antes de la raya, no después, al igual que los puntos suspensivos. Solo en el caso de los dos puntos, estos se sitúan después de la raya al igual que el punto o la coma:
—¿Has venido solo? —preguntó.
—¡Corred! —gritó.
—No estoy seguro. Quizá… —susurró.
—¡Atención todos! —gritó, añadiendo a continuación—: ¡Esto es un atraco!
Para finalizar, un ejemplo de un párrafo que incluye diferentes frases de un personaje, separadas por breves indicaciones narrativas de sus acciones. Se debe notar que la frase empieza con un guión largo, y a continuación los diferentes guiones se colocan siempre encerrando la narrativa de las frases, salvo la frase final que se cierra siempre con un punto y aparte:
—Me disponía a comer, ¿quieres acompañarme? —preguntó Juan alzando las cejas—. La cocinera siempre prepara comida de sobra para un regimiento. Seguro que hay más comida de la que yo puedo comer, y me encantará ponerme al día de cómo te ha ido la vida en estos años —comentó con una sonrisa, a la vez que señalaba con un gesto la silla situada enfrente de la mesa—. A juzgar por tu bronceado, yo diría que debe haber sido… interesante. ¿Me equivoco? —añadió con una sonrisa pícara.
Esto cubre básicamente la mayoría de casos y situaciones que se pueden dar a la hora de escribir diálogos de una novela. A continuación, unos pocos consejos sobre estilo.
Se admite comenzar una frase con texto descriptivo e insertar dentro del mismo párrafo un diálogo, pero no es lo ideal ya que resulta confuso para el lector. Siempre resulta mucho más claro comenzar los diálogos en un párrafo nuevo:
El sargento se dirigió al estrado y, tras unos ligeros carraspeos, levantó la vista y comenzó su discurso con voz clara y segura.
—¡Soldados! Me dirijo a vosotros para felicitaros por vuestra graduación.
Del mismo modo, cuando en medio de una narración se desea evocar una frase textual dicha por algún personaje, lo ideal es escribirla entre comillas, no usando un guión largo de diálogo, ya que no es una frase que se pronuncie en ese momento por parte de alguno de los personajes. Este mismo recurso se suele utilizar cuando se narran los pensamientos de algún personaje, que este no pronuncia en voz alta. Otra alternativa es escribir la cita en cursiva, aunque no resulta tan clara para el lector como el entrecomillado.
Luis solía recordar la frase que su padre siempre les repetía a él y a sus hermanos: “En temas de dinero no confiéis en nadie, nadie da duros a cuatro pesetas”. ¡Qué gran verdad!
Juan recorría cabizbajo la calle, intentando esquivar los charcos de agua helada. “¡Qué frío hace!”, pensaba, “se le congelan a uno hasta las ideas”.
Es importante recordar que los guiones largos que indican o separan diálogos siempre deben ir junto a la palabra, sin espacio de separación, por lo que no deben separarse de la palabra o del signo de puntuación que les sigue al final de una línea:
—Me han dicho que tienes novio —le dijo a la joven—, ya te estás convirtiendo en toda una mujer.
—No puedo creer que haya vencido, ¡lo tenía todo en contra! —exclamó sorprendido—. Es asombroso.
Dependiendo del programa que se utilice para escribir o componer el texto, existen diferentes opciones para evitar que un guión largo sea tratado como uno de separación. En el caso del más comúnmente utilizado, el MS Word, la opción correcta es utilizar el símbolo “barra horizontal” (horizontal bar) para el guión largo, que se encuentra en el apartado “insertar”, dentro de los “símbolos”, ya que los otros guiones largos son tratados como guiones normales y se comportan como guiones de separación al final de una línea, incluso cuando se desactiva la separación por sílabas.